Esa noche aguanto las lágrimas más de lo normal, solo porque sabía que dolería, que estaba sola, que la cama era fría y vaciá sin sueños y que lo único que quería era coger la puerta y echar a correr por calles vacías con sabor a recuerdo. Y salió la primera, y después otra y otra, hasta que quedo sentada en el suelo con la cabeza entre las piernas y el mundo bajo los pies.
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